lunes, 30 de marzo de 2015

Marta Rodríguez

Me llamo Marta Rodríguez y tengo 24 años. No soy puta. No soy yonki. Tampoco me gusta follarme al primero que se me cruza, nunca me gustó. No me parece mal y lo respeto, pero no es mi estilo. Para gustos los colores, ¿no? Nunca me atrajeron las drogas, el alcohol, el sexo sin sentimientos de por medio ni la fiesta descontrolada. Es irónico pero soy una romántica empedernida, una niña buena de manual.  

Hace dos años me diagnosticaron el síndrome de inmunodeficiencia adquirida. No he desarrollado  SIDA, aún no.

¿Cómo te enteraste?

Mi novio venía todos los días después de trabajar a casa. Una tarde vino diferente, con la cara desencajada. Parecía que había estado llorando. Pensé que le pasaba algo. Que le habían echado del trabajo, que se había vuelto a discutir con sus padres. Él tenía 26 y yo 22. Llevábamos juntos desde mis 17. Estuvo muy callado hasta que me lo soltó, sin rodeos: que te he engañado, que lo siento mucho, que eres el amor de mi vida, que hace dos findes me emborraché y me acosté con una chica pero que no la quiero ni nada.

¿Ahí fue cuando te dijo que tenía VIH?

No, él tampoco lo sabía. Yo le quería mucho. Muchísimo. Pero le dejé porque me daba asco. Aunque hubiera querido perdonarle mi cuerpo no le habría dejado. La idea de que me volviera a tocar me daba ganas de vomitar. No podía ni mirarle. Le dije que se fuera y me tiré una semana en cama, borrando cada mensaje que entraba de él en el móvil. Fue muy difícil. Lo expliqué en casa, porque estamos muy unidos, y no se atrevió a volver. Mi padre lo hubiera matado, creo. Y mi madre, seguramente le habría ayudado. [sonríe] Después la infidelidad se convertiría en algo anecdótico. Para mí, el mundo se acababa porque Luis se había acostado con otra… menuda tontería, ¿verdad?

Bueno, tú no sabías nada. Tu primer amor. Es normal. ¿Qué pasó después?

Pasaron quince días y mi padre, que siempre ha sido muy racional, me dijo que debería hacerme unas pruebas. Que seguramente no pasaba nada pero que “si había pasado lo que había pasado”, mejor quedarnos tranquilos. Yo lo hice por ellos, ni me esperaba lo que pasó después. Nosotros utilizamos condón los dos primeros años pero como íbamos muy en serio (el conocía a toda mi familia y pasaba las Navidades con nosotros y pensaba que me casaría con él y tendríamos hijos) me pasé a la píldora. Fui una imbécil. Me arrepiento cada día que pasa.

¿Cómo reaccionaste?

Me quería morir. Me quería morir porque pensaba que me iba a morir. Creía que tener el VIH era igual que tener el SIDA. Los jóvenes sabemos mucho pero a la vez no tenemos ni puta idea de nada. Tuve que ir al psicólogo y al psiquiatra. Estaba fatal. Bueno, aún voy al psicólogo. Normalmente piensas que esto no le ocurre a gente como tú. Que sólo le pasa a putas y a yonkis que comparten jeringuilla.

¿Te costó mucho aceptar lo que te había ocurrido?

Es lo más difícil que he hecho en mi vida. Aún hay días que me levantó y me llevo un chasco cuando pasados unos segundos, lo recuerdo todo. Pensé en matar a Luis. Te lo prometo. Siempre he evitado conflictos, pero hubo un momento en el que le habría matado. Pero, ¿qué habría arreglado? Primero te das cuenta de que estás jodida y luego es peor, porque empiezas a pensar: no voy a poder tener hijos, no podré tener una pareja como la tienen los demás, tengo que avisar de esto cada vez que voy al médico…

¿Cómo reaccionó tu entorno?

Hay gente que se aleja. Es muy fácil hablar pero a la hora de la verdad la gente cree que eres una bomba a punto de explotar. No quieren estar cerca cuando eso ocurra. Nos educan diciendo que no te contagias de cualquier manera, que no pasa nada por beber del mismo vaso que una persona con VIH (a mí ya me lo decían en el cole) pero en la realidad… esto siguen siendo los años 60. 

[cierra los ojos unos segundos antes de seguir]

No les culpo, yo tampoco sabría que hacer… Luego hay amigas a las que les costó pero que siempre han estado ahí y que aprendieron a convivir con esta mierda conmigo. Los primeros años, sólo mis padres me abrazaban de verdad. Creo que el resto contaba los segundos. Es normal.  Un día te das cuenta de que esto no va a desaparecer. Que tienes que apechugar y para adelante. Hacer tu vida. Hay bajones pero intento pensar que soy normal, porque lo soy, ¿no? [sonríe]

¿Tienes pareja?


No. No creo que esté preparada. Todavía es pronto. No tengo ganas de enamorarme y joderle la vida a alguien porque, no nos engañemos, es una putada. No creo en las almas gemelas, y, si las hay, espero que la mía encuentre una melliza antes de conocerme (o que no me conozca directamente).


Pic by Rosana Jones

No hay comentarios:

Publicar un comentario