Me llamo Marta Rodríguez y tengo 24
años. No soy puta. No soy yonki. Tampoco me gusta follarme al primero que se me
cruza, nunca me gustó. No me parece mal y lo respeto, pero no es mi estilo. Para
gustos los colores, ¿no? Nunca me atrajeron las drogas, el alcohol, el sexo sin
sentimientos de por medio ni la fiesta descontrolada. Es irónico pero soy una
romántica empedernida, una niña buena de manual.
Hace dos años me diagnosticaron el síndrome de inmunodeficiencia adquirida. No he desarrollado SIDA, aún no.
Hace dos años me diagnosticaron el síndrome de inmunodeficiencia adquirida. No he desarrollado SIDA, aún no.
¿Cómo te enteraste?
Mi novio venía todos los días después
de trabajar a casa. Una tarde vino diferente, con la cara desencajada. Parecía
que había estado llorando. Pensé que le pasaba algo. Que le habían echado del
trabajo, que se había vuelto a discutir con sus padres. Él tenía 26 y yo 22.
Llevábamos juntos desde mis 17. Estuvo muy callado hasta que me lo soltó, sin
rodeos: que te he engañado, que lo siento mucho, que eres el amor de mi vida,
que hace dos findes me emborraché y me acosté con una chica pero que no la
quiero ni nada.
¿Ahí fue cuando te dijo que tenía VIH?
No, él tampoco lo sabía. Yo le quería
mucho. Muchísimo. Pero le dejé porque me daba asco. Aunque hubiera querido
perdonarle mi cuerpo no le habría dejado. La idea de que me volviera a tocar me
daba ganas de vomitar. No podía ni mirarle. Le dije que se fuera y me tiré una
semana en cama, borrando cada mensaje que entraba de él en el móvil. Fue muy
difícil. Lo expliqué en casa, porque estamos muy unidos, y no se atrevió a
volver. Mi padre lo hubiera matado, creo. Y mi madre, seguramente le habría
ayudado. [sonríe] Después la infidelidad se convertiría en algo anecdótico.
Para mí, el mundo se acababa porque Luis se había acostado con otra… menuda
tontería, ¿verdad?
Bueno, tú no sabías nada. Tu primer
amor. Es normal. ¿Qué pasó después?
Pasaron quince días y mi padre, que
siempre ha sido muy racional, me dijo que debería hacerme unas pruebas. Que
seguramente no pasaba nada pero que “si había pasado lo que había pasado”,
mejor quedarnos tranquilos. Yo lo hice por ellos, ni me esperaba lo que pasó
después. Nosotros utilizamos condón los dos primeros años pero como íbamos muy
en serio (el conocía a toda mi familia y pasaba las Navidades con nosotros y
pensaba que me casaría con él y tendríamos hijos) me pasé a la píldora. Fui una
imbécil. Me arrepiento cada día que pasa.
¿Cómo reaccionaste?
Me quería morir. Me quería morir
porque pensaba que me iba a morir. Creía que tener el VIH era igual que tener
el SIDA. Los jóvenes sabemos mucho pero a la vez no tenemos ni puta idea de
nada. Tuve que ir al psicólogo y al psiquiatra. Estaba fatal. Bueno, aún voy al
psicólogo. Normalmente piensas que esto no le ocurre a gente como tú. Que sólo
le pasa a putas y a yonkis que comparten jeringuilla.
¿Te costó mucho aceptar lo que te
había ocurrido?
Es lo más difícil que he hecho en mi
vida. Aún hay días que me levantó y me llevo un chasco cuando pasados unos
segundos, lo recuerdo todo. Pensé en matar a Luis. Te lo prometo. Siempre he
evitado conflictos, pero hubo un momento en el que le habría matado. Pero, ¿qué
habría arreglado? Primero te das cuenta de que estás jodida y luego es peor,
porque empiezas a pensar: no voy a poder tener hijos, no podré tener una pareja
como la tienen los demás, tengo que avisar de esto cada vez que voy al médico…
¿Cómo reaccionó tu entorno?
Hay gente que se aleja. Es muy fácil hablar
pero a la hora de la verdad la gente cree que eres una bomba a punto de
explotar. No quieren estar cerca cuando eso ocurra. Nos educan diciendo que no
te contagias de cualquier manera, que no pasa nada por beber del mismo vaso que
una persona con VIH (a mí ya me lo decían en el cole) pero en la realidad… esto
siguen siendo los años 60.
[cierra los ojos unos segundos antes de seguir]
[cierra los ojos unos segundos antes de seguir]
No les culpo, yo tampoco sabría que
hacer… Luego hay amigas a las que les costó pero que siempre han estado ahí y
que aprendieron a convivir con esta mierda conmigo. Los primeros años, sólo mis
padres me abrazaban de verdad. Creo que el resto contaba los segundos. Es
normal. Un día te das cuenta de que esto
no va a desaparecer. Que tienes que apechugar y para adelante. Hacer tu vida.
Hay bajones pero intento pensar que soy normal, porque lo soy, ¿no? [sonríe]
¿Tienes pareja?
No. No creo que esté preparada. Todavía
es pronto. No tengo ganas de enamorarme y joderle la vida a alguien porque, no
nos engañemos, es una putada. No creo en las almas gemelas, y, si las hay,
espero que la mía encuentre una melliza antes de conocerme (o que no me conozca
directamente).
Pic by Rosana Jones